martes, 7 de abril de 2015

La moral en el pensamiento anarquista

Vamos a repasar en el siguiente texto la visión moral, y las consecuentes propuestas éticas, que han formulado los grandes pensadores ácratas; junto a ellos, algún autor no explícitamente anarquista, pero reivindicado por la tradición libertaria. Si el desarrollo moderno de la política ha tratado de desvincular radicalmente la ética de la política, encontramos en el anarquismo propuestas abiertamente diferentes, muy necesarias en el mundo que vivimos en la actualidad.
Godwin realiza un loable intento de conjugar el principio de moralidad con el principio de utilidad. El utilitarismo en este autor puede entenderse como cierto determinismo ético, según el cual el deber sería la mejor aplicación posible de las habilidades de la persona en cada situación y momento determinados; en el caso del principio de moralidad, Godwin se refiere a la existencia de una disposición virtuosa en la realización de las acciones, la cual se explica por el permanente proceso de formación e información del individuo acerca de las causas, modos y consecuencias de los actos que lleva a cabo. En definitiva, en Godwin existe un esfuerzo por conjugar el derecho natural con el principio utilitario, algo muy propio del mundo anglosajón de su tiempo; no obstante, lo original en Godwin es la influencia que recoge de la filosofía francesa, lo que le supone adoptar un optimismo antropológico con planteamiento crítico, algo que en última instancia le conducirá hacia el determinismo social y a renunciar prácticamente al derecho natural. El siguiente texto de su Justicia política nos da una idea de la visión moral de este autor: «Ningún hombre tiene otro derecho que la virtud de decir la verdad y solo la verdad. No hay, estrictamente hablando, sino exigencias de apoyar a los demás bajo una tónica de reciprocidad. Muchas cosas tenidas comúnmente como derechos, como la libertad de convivencia o expresión, son, más que un derecho de los hombres, elementos esenciales para el logro de la verdadera moral comunitaria»1.
Stirner realiza un ataque feroz a las viejas tradiciones sobre lo que es bueno o malo, dos caras para él de la misma moneda, y considera que debe nacer una nueva y fortalecida moral, originada en la personalidad individual, que no sucumbirá ya ante ninguna fuerza externa2. No es Stirner un autor fácil de conciliar con el resto de la tradición anarquista, aunque no es posible dejar de tenerle en cuenta si interpretamos sus propuestas como el intento de fundar una moralidad basada en el respeto de cada personalidad como única e irrepetible; aunque es evidente que Stirner cae abiertamente en el solipsismo moral, algo inédito en el anarquismo al vincular lo personal con lo comunitaria, no podemos dejar de ver su pensamiento como una tensión permanente ante los peligros del dogmatismo y de toda amenaza externa al desarrollo individual. Podemos también observar rasgos positivos en el nihilismo de Stirner, ya que la asociación de individuos libres dará a la fuerza una nueva y fortalecida moral; el ser humano es, así, creador por fin de su propio destino.
No obstante, tal y como dirá después Kropotkin, no se trata de realizar una distinción radical entre egoísmo y altruismo, sino de identificar al hombre con la sociedad y en considerar que una vida plena consiste en la identificación del individuo con los que le rodean. Bakunin hablará incluso de una moralidad humana fija e inmutable, algo de alguna manera extraño que empuja a caracterizar la acciones humanas como rectas o virtuosas; aunque en algunos momentos, en Bakunin y en el anarquismo posterior, parece apostarse por una moral y un derecho absolutos, ya este autor deja muy claro que hablamos más bien de algo relativo y particular, inherente a la especie humana y alejado de toda divinidad y trascendencia. El propio Bakunin dice una frase que da una idea de la propuesta anarquista, la cual llega hasta nuestros días: «Es preciso, ante todo, moralizar la misma sociedad». Este proceso de moralización pasa por la revolución social, de tal manera que los seres humanos pasarían a buscar su felicidad en la igualdad y en la solidaridad; para llevar a cabo ese ideal no basta con la necesidad material, es necesaria una confianza férrea, profunda y apasionada, en lo derechos a conquistar. [...]

Capi Vidal



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